Educación sexual: importancia y repercusión en el desarrollo del adolescente y la salud mental

Es curioso cómo en la era de mayor y más rápido acceso a la información, no dejamos de
encontrarnos en las aulas y en consulta con las generaciones menos formadas en lo que a sexualidad se refiere.

Con todo lo que sabemos hoy en día, sería de esperar que las nuevas generaciones estuvieran más preparadas y protegidas ante el sin fin de problemas que su relación con la sexualidad puede traerles. Sin embargo, no dejamos de acumular datos catastróficos en contagios de ITS; embarazos adolescentes no planificados; abusos en la infancia, así como en la edad joven; acoso LGTBIfóbico; o violencias de género, entre otros muchos ejemplos.

Como profesional de la psicología y la sexología no puedo sino preguntarme ¿dónde estamos fallando a nuestros jóvenes? Y siempre llego a la misma respuesta, en la educación sexual que reciben. Actualmente, no existe en España una educación sexual reglada y controlada desde el marco educativo, y, de hecho, es sin duda un tema de gran controversia social y política. Poco, o nada, se yo de política por lo que hablaré desde los estrictamente profesional y empírico.

Qué es la sexualidad?

Lo primero de todo sería aclarar de qué hablamos cuando hablamos de sexualidad, ya que en mi opinión ese mal entendido es el origen de la polémica. La OMS definió en 2006 la
sexualidad como: “Un aspecto central del ser humano, presente a lo largo de su vida. Abarca el sexo, las identidades y los papeles de género, el erotismo, el placer, la intimidad, la reproducción y la orientación sexual. Se vivencia y se expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, conductas, prácticas, papeles y relaciones interpersonales. La sexualidad puede incluir todas las dimensiones, no obstante, no todas ellas se vivencias o se expresan siempre. La sexualidad está influida por la interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos, políticos, culturales, éticos, legales, religiosos y espirituales.

La sexualidad nos acompaña desde el momento en que nacemos, y es de esperar que, si el ser humano va cambiando y necesitando cosas distintas a lo largo de su proceso vital, la sexualidad también va ir hablando de cosas distintas a lo largo de nuestra vida y tendremos que ir escuchando y vivenciando esos cambios y necesidades. Entonces, si la sexualidad está presente desde que nacemos. ¿Por qué no se nos educa en sexualidad desde que nacemos?

Lo primero que debemos saber es que somos seres BIOPSICOSOCIALES y que nuestra sexualidad también lo es:

  • Dimensión biológica: el sexo biológico.
  • Dimensión psicológica: abarcaría la identidad sexual, identidad de género, orientación
    sexual, historia sexual, autoestima sexual, autoimagen sexual.
  • Dimensión social: la erótica.

Teniendo en cuenta la amplitud de aspectos de los que habla la sexualidad ya podemos hacernos una idea de la amplitud de educación que se requerirá en torno a ella, adáptenos, por supuesto, a cada edad y momento evolutivo. Es igual que cualquier otra material que se imparte en el colegio, por ejemplo, las matemáticas se estudian desde la Primaria hasta el final de la ESO, pero no se enseña todos los años lo mismo, primero habrá que aprender a sumar para algún día poder multiplicar. Veamos que necesidades de contenido tendrá cada momento evolutivo:

Primeros 2 años de vida:
– La primera educación sexual que recibimos es el proceso de aprender a querer y ser querido en la formación del vínculo. Los sentidos son básicos es esta etapa, el bebé va descubriendo su propio cuerpo y será tremendamente importante educar en el cuidado y respeto propio y ajeno, así como empezar a conocer las partes del cuerpo con su nombre correcto, ya que si sabemos que el codo se llama codo ¿por qué no llamamos al pene o la vulva por su nombre?

De los 3 a los 6 años:
– Comienzan a identificar y clasificar en niños y niñas, por ello será fundamental educar desde este momento en la diversidad, como algo positivo y enriquecedor.
Así como, acompañar en la comprensión del concepto de intimidad como algo nutritivo. Darse el permiso de compartir sus preocupaciones, lo que les gusta y lo que no. Aprender a decir que no, tendrá enorme relevancia en etapas adultas de su vida. En esta edad se desarrolla especialmente a través del juego exploratorio, respetando a sus iguales, comprendiendo las normas, donde habrá límites respecto a mí a y los otros.

De los 6 a los 10 años:
– En esta etapa deben empezar a adquirir responsabilidades, y ya tienen la capacidad para empezar a comprender las normas sociales. Su grupo de iguales va a ser cada vez más importante. Además, puede aparecer la masturbación de forma privada. Los estudios nos dicen que los niños, en su gran mayoría género masculino, empiezan a consumir porno en internet a partir de los 8/9 años. Estas terroríficas cifras son para mi un gran indicador de que estamos fallando en nuestra labor educativa en cuanto a sexualidad y tecnología.

De los 11 a los 14 años:
– Es una época caracterizada por una mayor necesidad de intimidad. Se producen para la mayoría los cambios físicos, conocidos como pubertad, con una gran influencia a nivel emocional. Les surgen un sinfín de dudas acerca de “¿Quién soy, que me gusta, que quiero?”. Por ello, es básico acompañarlos en los cambios que van a experimentar, el conocimiento y aceptación de su propio cuerpo, su orientación sexual, así como en los distintos tipos de relaciones sociales que van crear.

De 14 a los 18 años:
– En esta etapa debería culminar la educación en la diversidad, centrándose especialmente en la diversidad sexual. Es importante el soporte que podamos darles en la comprensión de sus sentimientos, emociones, deseos, fantasías, y autocuidado, que incluye protegerse de las ITS, el control de la reproducción, ser capaces de identificar una relación tóxica y/o peligrosa, por ejemplo.

Trastornos de conducta

La educación sexual en España

El modelo existente en España, hasta la fecha, es el Modelo de Riesgo, que ni si quiera es en sí mismo un modelo educativo, si no un modelo preventivo, cuyos objetivos son prevenir los riesgos y disminuir los costes económicos asistenciales y hospitalarios de las personas afectadas por las ITS y embarazos no deseados. Pero este modelo refuerza la imagen de la sexualidad como algo peligroso. Y por ello, éste no puede ser el modelo de educación sexual en el que basarnos desde las instituciones. Prevenir de un riesgo sin educar previamente en la práctica saludable, está abocado al fracaso. ¿Hay acaso mayor prevención que la auténtica educación?

El objetivo de la educación sexual no debería ser evitar todas las consecuencias nocivas de las conductas de riesgo. No porque esto no sea importante y no haya que hacerlo, sino porque si acompañamos y educamos desde pequeños en una capacidad de autonomía, autoconocimiento, respeto y cuidado personal estaremos formando a personas con la capacidad de ser dueñas saludables de su biografía sexual y quizá entonces no fuese necesario un enfoque de riesgo, como el actual.

Como vemos, la sexualidad nos acompaña desde el nacimiento, pero vive un momento de enormes cambios en la adolescencia, que en sí mismo en una de las etapas de mayor vulnerabilidad que pasamos en nuestra vida. Es el momento en el que nos construimos como adultos y para ello transitamos por un sinfín de cambios físicos, mentales, emocionales y sociales. Esto, ya suena complicado sin la necesidad de añadirle un peso extra.

Desgraciadamente, son muchos los casos que vemos en consulta tremendamente agravados por factores y vivencias en el ámbito de la sexualidad, y que serían absolutamente evitables. Como la chica que se desarrolla físicamente antes que el resto y es señalada y acosada por ello, por un cambio físico que al final acompañara también a todos sus verdugos. Tenemos también el caso contrario, el chico que aún no ha creció o no le ha cambiado la voz cuando todos los demás ya lo han experimentado y se ve sometido a terribles burlas y vejaciones. Personas que han sido víctimas de abusos en la infancia, y que no pudieron ponerle voz a ese hecho hasta que fueron más mayores. Adolescente atrapadas/os en relaciones de maltrato. Bullying a causa de la LGTBIfóbia, que se ha disparado en la última década y magnificado con las redes sociales. 

Estos son solo algunos ejemplos de las cicatrices que la falta de educación sexual deja en nuestros jóvenes, y todas ellas favorecen la aparición de problemas de índole social y de salud mental, con elevados porcentajes de depresión, ansiedad, baja autoestima, absentismo y fracaso escolar, síntomas característicos del trastorno por estrés postraumático, uso abusivo de tóxicos, aislamiento social, así como ideación suicida, que en el peor de los casos termina con la consumación del suicidio.

El saber nos hace libres y poderosos, y solo a través de la educación construiremos una sociedad más libre, poderosa y sana.

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